Recorriendo el mundo a golpe de maratones

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21 de enero de 2018

XIV. MARATÓN DEL CÍRCULO POLAR ÁRTICO 31/10/2017 (4h 07' 56")

No me gusta la nieve.Pero después de que nos presentaran este Maratón en la cena de gala de "La Gran Muralla China", hice una promesa y, como se cumplió mi deseo, tenía que cumplirla. Ahora, reconozco que ha sido una gran experiencia.
La prueba ya era lo suficientemente dura, original y exigente como para añadir otros inconvenientes pero, aún así, los señores de Vueling se empeñaron en dejar nuestras dos maletas en Barcelona y llegamos a Copenhage y, posteriormente a Groenlandia, sin más ropa que la pudimos comprar urgentemente la noche que pasamos en la capital danesa. Cualquiera puede imaginar que viajar sin tus maletas es complicado, si además vas a un lugar a -15 ºC, lo es mucho más.

El primer día y, una vez instalados en el mejor hotel (no hay muchas opciones) de Kangerlussuaq, la organización te lleva a reconocer el "Ice Cap", verdadero aliciente de la prueba. El desierto de hielo que da origen a la prueba y que se recorre entre 10 y 12 kilómetros, dependiendo de las condiciones climatológicas. En esa visita, ya se puede observar que la subida para empezar será dura y que hay que cumplir a rajatabla con las recomendaciones de ropa y accesorios que hace la organización. Especialmente, los crampones para las zapatillas. Para los más despistados, la propia organización los vende allí mismo (son imprescindibles para no resbalar continuamente en el hielo).

Las otras excursiones que hicimos en el país fueron las de la Tundra, que te lleva por los paisajes, el puerto y las zonas de la ciudad y, especialmente, el Glaciar Rusell, ESPECTACULAR. La verdad es que pocas cosas más para ver, visitar y/o comprar en esta inhóspita isla que, eso sí, ofrece uno de las maratones más originales que he podido correr. Así que por fin llegó el gran día (con las maletas recuperadas), el maratón.

Varias camionetas especiales para circular por las maltrechas carreteras recogen muy temprano a los corredores y los llevan a la linea de salida. Son unos 35 kilómetros, pero se tarda casi una hora, con una parada para "ir al lavabo" (en la nieve, claro). Y, por fin, llegada a la linea de salida de los 250 corredores. Mucho frío en los momentos previos y todo el mundo preparando la ropa seca que de dejará para recoger luego en los kilómetros 10, 21 y 30. Y disparo de salida! Los corredores con crampones sencillos, iniciamos la subida al Ice Cap con ellos puestos. Hay unos 4 kilómetros de subida constante y no molestan. Después, la entrada al desierto de hielo. Es una entrada dubitativa. Pese a los crampones, los pies van de lado a lado, resbalando y cuesta mantenerse en pie. Más aún, correr a cierto ritmo. Así que se trata de no caerse e ir cogiendo confianza en el nuevo medio. Al principio se sufre, después es maravilloso atravesar ese desierto de hielo y escuchar el chasquido de los crampones en el hielo: Uno de los sitios más maravillosos en los que he corrido. La salida de allí, también es complicada. Iba en el grupo de cabeza con unos 20 corredores y, de vuelta, la gente que aún está llegando al Ice Cap se cruza con los que ya salimos. Una vez fuera, primer cambio de ropa y crampones fuera! Te quitas un peso de encima.


Superado el hielo, empieza el camino de vuelta a la ciudad, con una capa menos de ropa y sin crampones, pero manteniendo dos pares de guantes, gorro y dos capas de ropa. El siguiente atractivo del camino, tras duras rampas de subida y bajada, es el Glaciar Russel, que se deja a la izquierda y se puede observar mucho mejor que desde la camioneta. La llegada a la media maratón, kilómetro 21, te da el "regalo" de, seguramente, la rampa más dura de la prueba y, con apenas corredores por el camino (al ir en el grupo de cabeza, íbamos todos muy dispersados), se agradece iniciar la última parte de la prueba superando el Big Lake. La nueva sorpresa llega sobre el kilómetro 25. Se atraviesa un curioso "desierto" de arena, que ya habíamos visto desde la furgoneta, y mis piernas empezaban a estar realmente cansadas. Pasar el kilómetro 30 fue una pesadilla y decidí empezar a ser conservador y dejar que se fuera el grupito con el que iba. Afortunadamente, tras el avituallamiento del kilómetro 35, cogí fuerzas y pude imponer un ritmo constante para subir las endiabladas encuestas que aún nos separaban de Kangerlussuaq. La última subida del kilómetro 40, superando a 3 corredores, fue realmente dura pero ya, ante nuestros ojos, un descenso directo a la ciudad y el aeropuerto y, por tanto, la meta.

Iniciar la última y larga recta del recorrido, con los habitantes de la ciudad vestidos para la ocasión y cantando sus canciones de ánimo, fue una de las mejores experiencias. Último esfuerzo para entrar en meta de la mano de mi hija y en la posición nº 14, muy contento por haber superado el reto y, sobre todo, por haber vivido una grandísima experiencia. Como me quité parte de la ropa y los guantes antes de llegar para las fotos, carrera rápida al hotel para no enfriarme y ... A por la siguiente! 

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