Recorriendo el mundo a golpe de maratones

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10 de junio de 2016

XII. MARATÓN DE LA GRAN MURALLA CHINA 21/05/2016 (5h 09' 29")

Después de la floja experiencia en Disney, necesitaba un reto que me motivara, algo espectacular… y casi de casualidad, cayó en mis manos el Maratón de la Gran Muralla China. Por su singularidad, dureza y originalidad, era perfecta para el próximo reto. Así que no me lo pensé dos veces.

Se puede viajar de varias formas (por Agencia) pero yo me decanté directamente por los organizadores, unos daneses: Albatros Adventure. Venden un paquete turístico de 6 o 7 días que incluye el dorsal, camiseta, etc. Los vuelos, por nuestra cuenta, nos dejaron en Pekín un martes y ese día lo tuvimos libre. A partir del miércoles, ya empiezan las excursiones programadas que te llevan a los lugares típicos de Pekín (Ciudad Prohibida, Palacio de Verano, Tumbas Ming, Pandas Gigantes, Templo del Cielo, etc.). La verdad es que esto sí merece la pena, porque desplazarse (fuera del metro) allí es complicado y el tráfico terrible. A cambio pagas el peaje de tener todas las comidas y cenas concertadas con ellos y las visitas a algunos sitios muy de turistas (fábrica de seda, de cobre, etc.) aunque algunas se pueden evitar (show de malabaristas, etc.). Por cierto, el programa incluye una visita el jueves, dos días antes del Maratón, a la Gran Muralla China.

Lo llaman el ‘Inspection Day’ y es fundamental. En la Plaza del Ying&Yang te explican cómo va a ir la carrera y te dan todas las instrucciones, además se puede comprar merchandising. Después, te suben 5 kilómetros en autocar (una subida pronunciada y constante hasta la puerta de la Muralla, que es el inicio del Maratón) y se recorren 3 kilómetros a pie por el magnífico monumento pudiendo hacer fotos, vídeos, etc. Es impresionante. Es época de calor, por lo que ya te haces a la idea de que la carrera será DURA, pero son unas de las mejores vistas que han tenido estos ojitos: Espectacular. De vuelta a Pekín, aprovechamos varias tardes (incluso perdiendo cenas contratadas) para ‘escaparnos’ del grupo y curiosear por Pekín fuera del circuito. Las calles alrededor del hotel eran muy curiosas y los mercadillos nocturnos nos permitieron ver los famosos pinchitos de insectos fritos o regatear comprando imitaciones (MUY bien hechas) en el mercado de la Seda. Lo pasamos muy bien.

El sábado de la carrera, te recogen en el hotel a las 03.30 am y te dan un precario desayuno en una bolsita. Así que es imprescindible haber comprado antes plátanos y pan chino para acumular hidratos durante el viaje en autocar. Al llegar a la salida, sobre las 05.00 am, hacía frío y la espera se hizo algo larga pese a los entretenimientos, la música y las fotos. Por fin, a las 07.00 am, salió mi oleada, la primera. Mi gran obsesión era llegar pronto a la Muralla para evitar los colapsos que había visto en las escaleras en los vídeos de la prueba, así que seguramente subí muy rápido. En 27 minutos ya estaba entrando en la Muralla tras la dura subida. Y por dentro, aún fui más veloz: En apenas 30 minutos recorrí los 3 kilómetros de escalones que me separaban de la salida (el día de la inspección lo hicimos en 1h20’!!!). Pero mi gran fallo fue que los 26 kilómetros siguientes, por las aldeas colindantes, no los había estudiado bien y mantuve el ritmo cuando tenían un perfil muy exigente acabando en un puerto de montaña. Este tramo, aunque cuenta con un ambiente espectacular (toda la gente en la calle animando y haciendo fotos), se me hizo larguísimo y ya llegué agotado nuevamente de vuelta a la Muralla (Km. 34). Me esperaba la peor parte.

Saludé a las chicas que me esperaban a la entrada de la Muralla y empecé a subir escalones hasta que, mareado, me tuve que parar y sentar en una sombra. El calor era insoportable y estaba deshidratado. Mirando hacia abajo, a apenas 100 metros, estaba la plaza llena de gente. Si me iba a rendir, ese era el momento. No podía más. Mirando hacia arriba, faltaban 3 kilómetros de una subida durísima con más de 2.500 escalones… Una pesadilla. Después de tomar un respiro y beber agua de algunas botellas que iba encontrando por el camino, decidí subir. Lógicamente, el camino fue una tortura, necesitaba parar cada 300 metros y respirar. Teníamos contracturas por toda la pierna y el calor seguía apretando. Nos ayudábamos los unos a los otros, nos animábamos y algún turista despistado nos miraba como si fuéramos locos. Y no les faltaba razón. Aún no sé cómo, pero alcancé el punto más alto de ese tramo de la muralla. Allí por primera vez, te sentías un héroe. Ya se veía la salida y no había nada ni nadie más alto que tú: Espectacular. Seguramente ese punto te da el último impulso para terminar la carrera. Es el kilómetro 37 y la salida de la Gran Muralla te indica que sólo faltan 5 kilómetros a META y son de bajada.

Lógicamente, en el último tramo las piernas van como locas. Es bajada pero no dejan de contracturarse, de doler, etc. Un show. Cuando llegas al final de la montaña, junto a la carretera, la señal de último kilómetro me permitió conseguir un ritmo constante e ir adelantando a los que aún tenían que subir a la Muralla por segunda vez e incluso a gente que estaba haciendo la Media Maratón. Después de tanto esfuerzo, las mieles del éxito ya caían por mi sedienta boca y en el último giro, veo a Diana y entro en meta dando un salto de alegría. He superado un nuevo reto y … de los buenos. La anécdota es que vinieron a hacerme una entrevista para una TV al llegar y tenía tanta sed y la boca tan seca que apenas se me entendía  :-)

Al final, el 80º de 1.000 participantes y un tiempo de 5 horas (a las 8 horas cierran sin compasión la llegada)

Una prueba increíble que todo maratoniano debería hacer una vez en la vida…

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